Moscú, 25 oct (EFE).- El escritor chileno Luis Sepúlveda convirtió hoy la presentación de las traducciones al ruso de tres de sus libros en un emotivo acto de amistad, en el que abrió su corazón y su mente ante un sorprendido y enamorado público.
Los moscovitas llenaron la sala del Instituto Cervantes de Moscú para conocer a "un chileno universal, representante por excelencia de Chile", según el embajador de ese país en Rusia, Mario Silberman.
Las tres obras de Sepúlveda (Ovalle, 1949) que los rusos podrán conocer son "Desencuentros", "Un viejo que leía novelas de amor" e "Historia de una gaviota y del gato que le enseñó a volar".
Para su sorpresa, el público descubrió en el escritor latinoamericano más leído en Rusia después del colombiano Gabriel García Márquez a un hombre que "lleva bajo la piel a un diminuto anarquista con una bomba saltando entre costilla y costilla".
Esta fue una de las definiciones que encontró para sí el literato y a las que también añadió los retazos de un anarquista español que huyó a América a principios de siglo y a una "señora católica y carlista", que más tarde sería su esposa y correligionaria.
También describió como parte de sí a una chica italiana que recorrió más de 3.000 kilómetros a caballo y cruzó la cordillera para poder decir en Patagonia "esta tierra es mía", y que encontró allí a su marido, un cacique mapuche.
Todos juntos, abuelos y abuelas de Luis Sepúlveda y parte de su identidad humana y literaria que brotó en sonrisas de cariño y lágrimas de compenetración entre la audiencia moscovita.
De la saga de cada uno de ellos y de las ansias y sentido de justicia que todos tuvieron de común viene ese "mucho que tengo que contar" que alienta la obra de Sepúlveda y que para él es ante todo "un acto de amistad" y la sed de "de compartir una historia como una ofrenda de amigos".
Es también un fruto más de su patria, país que con cariño presentó hoy a los moscovitas delimitando sus cuatro costados que convierten a Chile en "casi una ínsula" y hacen que su gente sienta ese imperativo de "contar cosas que no existen, cosas que quisiéramos que existieran".
Las dos horas que Sepúlveda regaló a sus admiradores rusos fueron también un apasionado tributo al idioma español que, como dijo, es "la patria que tenemos los escritores".
El literato también aprovechó la ocasión para rendir tributo, en la persona de Ela Braguínskaya, a los traductores con los que, según él, escribe "a cuatro manos".
EFE
mb/io/egn